domingo, 30 de noviembre de 2008

El Ser y la Nada



La ermita, el olmo, el horizonte infinito...
Atalaya de un comienzo interminable desde el que Prometeo sueña su fracaso...
Un instante de insignificante dicha duradera
vale más que las grandes felicidades ocasionales,
vanas y caóticas ocurrencias en medio del "displacer, deseo o necesidad".
El hombre y las cosas. ¿Por qué el hombre no ve las cosas? Porque él mismo se sitúa en medio de las cosas y las oculta. (Nietzsche)

martes, 18 de noviembre de 2008

Juegos Instructivos



El Plan de Rescate de la Banca Española supuso al Erario Público, es decir, al dinerillo fruto de los impuestos de los "pringaos" de siempre, la friolera de 25 billones de las antiguas pesetas. ¡Olé la Socialdemocracia!

martes, 11 de noviembre de 2008

In Memoriam

In Memoriam
Antonio Acevedo
28 de octubre de 1952 – 29 de octubre de 2008


En la hipótesis de que te hayas encontrado con el Ser Supremo, imagino que la primera cuestión que le has planteado es la siguiente: “Señor la afirmación o la negación de tu existencia no se pueden demostrar matemáticamente y ello supone dudar de la validez de una ciencia que pretendemos exacta. Habrá que mirar de ponerle remedio”.

Ser un matemático brillante (con asiduidad leía los Principia Mathematica de Russell y Whitehead, libro de cabecera desde su juventud), no le impidió ejercer como un excelente profesor que supo comunicar a sus alumnos conocimientos y entusiasmo. A sus compañeros, con acertijos, charadas, jeroglíficos o juegos de lógica que proponía desde la pizarra de la Sala de Profesores, nos despertaba las mentes, muchas veces aletargadas por la rutina, y provocaba en ellas una especie de gimnasia intelectual tan recomendable en una profesión como la nuestra. No sólo sabía de matemáticas. Su formación humanística lo abarcaba todo: Filosofía y Física, Biología y Genealogía (la búsqueda del origen de apellidos lo apasionaba), Literatura, Filología (en especial la historia de las palabras, su etimología), Política, Economía…

Pero, sobre todo, la virtud que lo definía y que tan acorde sonaba con su erudición, era la bondad absoluta, sin atributos. Como otro Antonio al que lo une su grandeza humana, don Antonio Machado, “más que un hombre al uso que sabe su doctrina, fue en el buen sentido de la palabra, bueno”. Y por el desprendimiento y nula ambición material que lo caracterizaban, también a Antonio Acevedo se le pueden aplicar los últimos versos del Retrato del poeta sevillano:

Y cuando llegue el día del último viaje
Y esté a partir la nave que nunca ha de tornar
Me encontraréis abordo ligero de equipaje
Casi desnudo como los hijos de la mar.

Sabes, Acevedo, de mi escepticismo en eso de los homenajes. Todos los que te puedan hacer serán más que merecidos. Lo que sí me gustaría es que a esa amplia entrada del Instituto desde la que se ven tu pueblo, Icod de los Vinos, y el majestuoso Teide, amores ambos a los que nunca renunciaste, y por la que, dialogando o pensando, paseabas cuando tu trabajo te lo permitía, le pusieran una placa en la que se leyera algo así como: Paseo del Profesor Antonio Acevedo.

Ante tu inevitable ausencia difícil de llevar, me consuela el privilegio de haber sido tu compañero, tu amigo, tu discípulo… Y seguiremos dialogando…Y seguiré aprendiendo con tu magisterio porque (y cito de nuevo a un poeta, ahora a Miguel Hernández):

A las aladas almas de las rosas
Del almendro de nata te requiero
Que tenemos que hablar de muchas cosas
Compañero del alma, compañero.

Y en ese diálogo revivido a través de la Naturaleza, comienzo por el final: Antonio, gracias por todo

Javier Seijas