sábado, 28 de marzo de 2009

Celestiales recompensas

¿Quién lee para conseguir un fin por más deseable que sea? ¿No hay algunas actividades, que practicamos porque son buenas en sí mismas, y algunos placeres que son inapelables? ¿Y no se encuentra éste entre ellos? Algunas veces he soñado, al menos, que cuando llegue el día del Juicio final y los grandes conquistadores y juristas y hombres de Estado vayan a recibir su recompensa -sus coronas, sus laureles, sus nombres esculpidos indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo: «Mira, éstos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles aquí. Han amado la lectura». (pág.249)
Virginia Woolf. EL LECTOR COMÚN
Editorial Lumen. Barcelona, 2009
"¿Cómo debería leerse un libro?"

lunes, 23 de marzo de 2009

¿Qué es eso de patria? ¡Zarandaja!

Escribe Fernando Savater en la página 47 de DESPIERTA Y LEE (Editorial Alfaguara. Madrid, 1998).
Si se me preguntase por una proposición estrictamente filosófica, altamente significativa (es decir, susceptible de dar paso a muchas otras y de orientar la práctica vital), la cual me atreviese a suscribir con toda la certeza de que me considero capaz, sólo se me vendría a las mientes una candidata, atribuida no a un filósofo sino a un poeta, Meleagro de Gádara, que vivió en Siria cien años antes de Cristo, compuso elegantes epigramas eróticos y compiló una Guirnalda de poetas que constituye el primer embrión de la Antología Palatina. La cita pertenece al epitafio que Meleagro compuso para sí mismo y dice más o menos así: «La única patria, extranjero, es el mundo en que vivimos; un único caos produjo a todos los mortales». Desde que la leí por primera vez (mencionada por Julia Kristeva en su bello libro Extranjeros para nosotros mismos) no he dejado de dar vueltas a este dictamen asombroso a la par que obvio, asombrosamente obvio.
Pues que sí, que yo hago mío el dictamen del epitafio de Meleagro de Megara. Eso es lo que hay; lo demás son zarandajas metafísicas

viernes, 13 de marzo de 2009

Educación para la Poesía (EpP)

El arco y la lira de Octavio Paz sería un buen libro de texto para la asignatura que proponemos (EpP). Los contenidos, procedimientos y actitudes de su enseñanza-aprendizaje, esencial para lo humano que sólo el "decir poético " puede revelar, se adelantan en su introducción (Poesía y poema). Ahí les trascribo el comienzo. Por su bien, por su salud mental y felicidad consiguiente, ¡ojalá les provoque la necesidad de su lectura inmediata!

La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión, histórica de razas, naciones, clases. Niega a la historia: en su seno se resuelven todos los conflictos objetivos y el hombre adquiere al fin conciencia de ser algo más que tránsito. Experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento no-dirigido. Hija del azar; fruto del cálculo. Arte de hablar en una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo. Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral, ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo. Voz del pueblo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva y personal, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita, ostenta todos los rostros pero hay quien afirma que no posee ninguno: el poema es una careta que oculta el vacío, ¡prueba hermosa de la superflua grandeza de toda obra humana!
¿Cómo no reconocer en cada una de estas fórmulas al poeta que las justifica y que al encarnarlas les da vida? Expresiones de algo vivido y padecido, no tenemos más remedio que adherirnos a ellas –condenados a abandonar la primera por la segunda y a ésta por la siguiente. Su misma autenticidad muestra que la experiencia que justifica a cada uno estos conceptos, los trasciende. Habrá, pues, que interrogar a los testimonios directos de la experiencia poética. La unidad de la poesía no puede ser asida sino a través del trato desnudo con el poema.

Octavio Paz. El arco y la lira