El drago que te observa desde su atalaya limitada por sus jodidas raíces, mundo ilimitado que te encierras en una calle fea con el mar de fondo, se aburre como un pedrusco porque su tiempo que dicen milenario se le hace eterno, y tu eterno fluir en tu eterno y cíclico retorno de los días lo amargan con la misma cadencia de miserias que los protagonistas (animados e inanimados) que por ti se arrastran repiten una y otra vez año tras año.
viernes, 2 de enero de 2009
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