Leer las reflexiones desbordantes de vitalidad de don Santiago Ramón y Cajal desde sus ochenta años (El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arterioesclerótico) es regocijante. Escribe en el prólogo fechado el 25 de mayo de 1934: "En estos últimos cuarenta años, pese a guerras monstruosas y a nacionalismos exasperados, la Humanidad civilizada ha progresado más, sobre todo en el terreno de la ciencia y de sus aplicaciones a la vida, que durante todos los siglos precedentes. No comparto, pues, el juicio pesimista de Spengler sobre la Decadencia de Occidente".
El Dragón desde su odiosa inmovilidad vegetal vigilante de la miseria existencial apostilla: “Lo que viene luego hasta hoy mismo es un continuo horror de destrucción y crueldad inexpresables. Sólo rememorarlo aniquila cualquier resquicio de lo que llaman ser humano”.
¡Qué le den… al Dragón! Yo también soy optimista, don Santiago: ¡Vendrán tiempos mejores!
Sigo leyendo esperanzado su visión del mundo
El Dragón desde su odiosa inmovilidad vegetal vigilante de la miseria existencial apostilla: “Lo que viene luego hasta hoy mismo es un continuo horror de destrucción y crueldad inexpresables. Sólo rememorarlo aniquila cualquier resquicio de lo que llaman ser humano”.
¡Qué le den… al Dragón! Yo también soy optimista, don Santiago: ¡Vendrán tiempos mejores!
Sigo leyendo esperanzado su visión del mundo
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